Cada noviembre, la comunidad científica y sanitaria une esfuerzos para generar conciencia sobre el cáncer de próstata, una de las enfermedades oncológicas más frecuentes en hombres adultos. La detección temprana, el diagnóstico oportuno y el seguimiento adecuado continúan siendo las herramientas más efectivas para mejorar la calidad y la expectativa de vida.
Desde la década de 1980, con el descubrimiento del Antígeno Prostático Específico (PSA), la bioquímica transformó el abordaje de esta patología al permitir el monitoreo de la enfermedad.
Más de cuatro décadas después, el campo continúa evolucionando con el desarrollo de nuevos biomarcadores —como el índice de salud prostática (PHI), el 4Kscore o el PCA3— que ofrecen mayor precisión diagnóstica mejorando la toma de decisiones clínicas.
En este contexto, el rol de los profesionales bioquímicos resulta esencial: su trabajo en investigación, validación y aplicación de estos métodos de laboratorio permite avanzar hacia un diagnóstico más personalizado, sensible y confiable.